lunes, 16 de julio de 2007

10.- "La convivencia pacífica"

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Mi Diario a diez de agosto de 2003.
Carta de Magdalena.

Mi querida Ana y mi querido José Carlos:
Hace varios días que estaba deseando escribiros aunque no hace mucho que tuvimos la última reunión y que nos despedimos.
Como no andamos muy bien de dinero, esa es la pura verdad, y aunque nos apetecía también, no vamos a negarlo, hemos aceptado la invitación de mis padres para pasar aquí los quince primeros días de agosto y con los padres de Pedro el resto de las vacaciones.
Así que aquí estamos en Galicia, Pontevedra, en un chalet en la costa junto a las playas que es una maravilla, y donde pasé casi todas las vacaciones de verano de mi infancia, pues mi abuelo materno es gallego y mi madre y sus hermanos heredaron unos terrenos en que luego se fueron construyendo todos sus hermanos y hermanas unas casitas para veranear, los que vivían fuera y unas casas para vivir los que trabajan en esta hermosísima región gallega, verde como nadie ha vista jamás, azul sus aguas, bellas sus rías y paisajes.
Así es que he vuelto al mar de mi niñez, con mi niña y Pedro.
Tenía un poco de miedo de cómo se iba a desarrollar la convivencia de Pedro con mis padres, con mis tíos y sus hijos se lleva a las mil maravillas, pues les une dos grandes aficiones, el mar y la pesca, y como no el fútbol, pero todo ha ido encajando con mi madre en un entendimiento que veo cada día crecer como cariño y con mi padre en unas charlas y discusiones amistosas sobre las noticias de cada día y sobre política en lo que están muy cerca.
Da gusto oírle decir a mi padre, “como tú bien dices, Pedro,” o a Pedro “yo pienso lo mismo que tú, Joaquín”. En fin que hasta la política puede tener algo bueno, según veo.
Por lo demás estos días, sólo hace diez que llegamos, son pacíficos, relajados y entrañables. Tras el desayuno, todos juntos en la cocina, con una hablar y casi quitarse la palabra de la boca por parte de todos, sólo se escucha con respeto y pausa a papá y mamá, bajamos a la playa que está a pie de casa. Con la niña y todos sus primos. Por la mañana bajan también los tíos y a última hora mamá y papá bajan a darse un chapuzón y nadar un poco. Mi padre nadó muy bien y perteneció a un club de natación de joven, y le gusta atravesarse la playa nadando, ahora más despacio y saboreándolo.
Por la tarde tras descansar un poco después de comer los deliciosos platos gallegos que nos hace Palmira, la cocinera de toda la vida, nos reunimos en el jardín, junto a la piscina y la pista de tenis, pues existe una zona común de todas las viviendas de los hermanos, y mientras los niños juegan y corretean los mayores charlamos, las mujeres cosemos un poco, mi tía Maruja borda, le encanta y lo hace muy bien, y los hombres se preparan para salir a pescar, cañas, aparejos, carnada, bote y demás, cosa que hacen al atardecer cuando es pesca menor, o al amanecer de madrugada cuando van a pescar “en plan serio” como ellos dicen.
Bueno, así pasan los días tranquilos, queridos amigos. Cuando nos demos cuenta habrán pasado los quince días y estaremos cogiendo el coche para ir con los padres de Pedro a Asturias, esta vez tierra adentro, en un pueblo delicioso de la montaña. Ya os contaré cuando nos veamos. Un abrazo fuerte, fuerte para los dos y otro muy fuerte de Pedro. Os quiere y no os olvida, Magdalena.
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