lunes, 16 de julio de 2007

12.- "No, así no."

>
Mi Diario a veinte de agosto de 2003.
Carta de Clara desde Roma.

Yo, mis querido amigos todos, pues mandaremos esta carta por correo electrónico a los e-mail de todos, yo, digo, no entiendo como nos peleamos tanto y discutimos tanto, queriéndonos tanto, Jorge, lo llamaré como ustedes, y yo, Clara, me llamaré como ustedes m llamáis aunque a í más que a él me soléis llamar por el nombre en mi bellísima y musical lengua italiana. No lo entiendo.
Hemos pensado mucho y hemos dialogado a veces con serenidad los dos, muy pocas veces para ser sinceros.
Tengo que reconocer y reconozco humildemente que soy un poco o un mucho quisquillosa e inquieta, algo exigentota y quizás algo soberbia, bastante soberbia, muy soberbia, creída e intransigente.
En nuestra última charla sin tiranos los trastos a la cabeza y a bocajarro me preguntó Giorgio. Vuelvo a nombre, no lo puedo remediar, me enamoré de él bajo ese aspecto musical al llamarle y recordarle en mi imaginación y en mis sueños, a veces muy atrevidos.
Bueno me preguntó a bocajarro: Tú me dices siempre que no comprendes cómo yo no hago siempre las cosas a tu gusto, cuando debo saber que haciéndolas así estás feliz, satisfecha y convencida plenamente que están bien hechas. Muy bien hechas.
Y que si te quiero debo esforzarme en hacerlas así a tu gusto y como tu piensas.
Pero ¿te has preguntado alguna vez si alguna vez, sólo alguna vez, deberíamos hacer las cosas a mi gusto, como a mi me gustan, cómo a mi me hacen feliz, aunque estén peor hechas o no tan bien como cuando están a tu gusto?
¿Te has preguntado alguna vez cómo hacerme feliz aún haciendo cosas que a ti ya no te apetecen, no te dan placer, o no te llenan y te dejan feliz?
¿Porqué siempre debe ser al tuyo y nunca al mío, y porqué el tuyo debe ser siempre el mejor? ¿Porque tú lo ves así?
Agaché la cabeza y pensé si yo no sería una orgullosa de pánico, que en mi orgullo y soberbia piensa que no hay nada como yo ni como lo que yo pienso, digo y hago.
¡Quién como yo! ¡Nadie como yo!
¿No será esta aptitud hasta un desprecio del pobre de Giorgio que traga y traga y traga, y por hacerme feliz, transige, transige y transige, siempre a mi gusto, siempre a mi gusto, siempre a mi gusto.
Claro de vez en cuando salta como un tigre porque ya no puede más. ¿Acaso él no es un hombre muy inteligente, muy bien formado muy ecuánime y ponderado?
Claro que no ve las cosas como yo las veo porque su rol masculino le da menos importancia a las mismas cosas que mi rol femenino le da más y viceversa.
Claro que él le da importancia a la limpieza por ejemplo de la casa, a tener todo en orden de revista, etc. pero en caso de “conflicto de valores” su escala es distinta a la mía, y piensa que barrer la cocina pude esperar a después de descansar un rato, cuando hemos vuelto los dos exhaustos del trabajo y no va a venir nadie de visita.
Todo al lavaplatos, pero la olla que está algo pegada déjala en remojo en el fregadero y luego de mi siesta te prometo que la limpio.
No, pienso yo, tiene que ser ahora, lo tiene que hacer él porque yo estoy limpiando el baño, y la cocina tiene que quedar como “los chorros del oro” antes de irte a echarte una cabezada o ver esa serie de televisión tonta pero divertida que e hace reír y distenderte.
Ya veis que son chorraditas por las que discutimos y nos ponemos de mal humor todo el día. Luego, él casi siempre, distiende la cuerda y busca el acuerdo y la paz familiar y conyugal, cuando como tiene mucho genio, hace un momento me ha dicho que nunca más me la va a pasar y que se acabó. Y a veces gritando, lo que me pone más histérica pues en mi casa jamás le oí una palabra más alta a mi padre ni a mi madre.
Claro también es verdad que mi padre, creo yo, que no sabía ni donde estaba la cocina de casa y desde luego no sabía freír ni un huevo aunque fuera reventado y espachurrada la yema.
Bueno ya me he desahogado. Como sois de buenos que me habéis escuchado en silencio y sin rechistar ni debatirme nada.
Os cuento otras cosas más agradables. Hemos pasado de camino para la costa y la villa del Lacio, tres días en Roma en el apartamento que tiene mi hermano mayor para sus viajes y negocios, pues nuestras oficinas y fábricas están en Milán y allí vive oda la familia.
Yo me vine a estudiar a Roma pues precisamente quería más libertad, la que si me quedaba a estudiar en Milán, aún siendo la Universidad maravillosa y prestigiosa, no tendría. Fue providencial pues si no, no hubiera conocido a Giorgio, y a pesar de nuestras discusiones, no hay hombre ni más guapo, ni mejor, ni más bueno n el mundo.
Sí estos tres días sin nada que hacer más que pasear por Roma, volver a los lugares de nuestros encuentros, a los sitios en que bailamos, cenamos, o paseamos juntos y d la mano, (no ha querido desde luego asar por nuestro apartamento en el que compartimos todo nueve meses antes de casarnos pues él lo sigue llamando de “su claudicación”, ya que fue un empeño y exigencia mía que acepto al fin en contra de su voluntad y haciéndose mucha violencia moral) pero si hemos ido a Misa al vaticano, hemos vuelto a ver la “Pietá”, la Capilla Sextina y nos hemos escapado a las catacumbas, pus ahora “convertidos” para los dos era un deseo irresistible de ver cómo vivieron su fe en Jesús los primero cristianos y os diré que me arrodillé, os arrodillas ante el sarcófago de una santa desconocida enterrada en una galería y rezamos juntos con una entereza y fe que hacía mucho tiempo, desde aquel maravilloso el Padre Nuestro con vosotros, que yo no sentía.
Así nuestro amor ha vuelto a reafirmase con fuerza. También fue muy emocionante cuando rezamos, más bien callamos y no apretamos las manos muy fuertemente ante la tumba de Juan XXIII. Creo que mi alma se sintió invadida por su dulzura y bondad, qué hombre, qué cristiano, que sacerdote, qué Papa, y que sentimos como el Espíritu Santo “llenaba los corazones de sus dos fieles con el fuego ardiente y sobrenatural de su Amor”, se rehacía con energía y entrega nuestra alianza, la entre nosotros y la alianza con nuestro Dios y Señor.
Me he propuesto leer el libro de Juan Pablo II, otro santazo, “Hombre y mujer los creó”.
Un beso fuertísimo para todos y sabed que os hemos elevado en nuestros corazones hasta Dios en nuestras Misas y oraciones.
Mañana nos vamos a la playa. Otro beso, Clara.
>

No hay comentarios: